La tecnología puede liberar el potencial de los miembros de una organización, pero también puede aumentar la complejidad y crear sus propios problemas. ¿Cómo evitar que se vuelva un gasto inútil?
Quizá una de las inquietudes más recurrentes al analizar el gasto tecnológico de una empresa es el que la tecnología haya logrado lo que se pretendía al comprarla. Esto puede decirse de casi cualquier Tecnología de Información y Comunicaciones (TIC), llámese conmutador de telefonía IP, sistema ERP, switching multicapa, validador de contenido, etc.
Una parte del problema reside en la complejidad de la tecnología, lo difícil que es a veces predecir cómo será utilizada en nuestra organización, así como si tendrá la capacidad de desempeño requerida. Pero es todavía peor cuando las expectativas son totalmente ilusorias, es decir, cuando se piensa que por el simple hecho de comprar la mejor tecnología, las cosas necesariamente mejorarán en la organización.
De aquí la necesidad de contar con una "Estrategia Tecnológica" que defina necesidades, expectativas y prioridades tecnológicas para la organización. Esta idea se basa en la percepción de que es la tecnología la que debe adaptarse a las necesidades del negocio, y no el negocio el que debe adaptarse a las limitaciones de la tecnología.
Una correcta "Estrategia Tecnológica" consistirá entonces en la definición de procesos críticos para el negocio y la forma como la tecnología deberá soportarlos. Un breve resumen del proceso de desarrollo de esta estrategia podría ser el siguiente.
De la Misión y Visión de la organización deberían poder desprenderse los procesos misión-crítica. En cada uno de estos procesos debería poderse identificar lo que no funciona y se debe corregir, así como lo que se puede optimizar. No hay que descuidar la generación de valor para la organización, pero sobre todo, para sus clientes. Para lograr todo esto, deberían poderse identificar las mejores tecnologías así como el proceso de introducción de las mismas a la organización.
Como puede verse, es hasta el final de este proceso, que seleccionamos las tecnologías específicas para cada área de la organización. Es decir: partimos del negocio, no de la tecnología.
Al mismo tiempo, la estrategia tecnológica nos dictará las prioridades en la introducción de tecnologías. Y conforme se vayan introduciendo, deberían generarse métricas acordes con las expectativas, que permitan medir el éxito de las nuevas herramientas.
Muchas organizaciones al crecer descuidan el desarrollo de su estrategia tecnológica. Otras, imitan las estrategias de sus clientes, proveedores o competidores. Sin embargo, así como no hay dos organizaciones idénticas, no pueden existir dos estrategias tecnológicas idénticas.
Es el papel del Director de TIC encontrar la estrategia que mejor facilite el desarrollo de su organización. Por esta razón, el Director de TIC debe entender al negocio tanto como entiende la tecnología.
Desarrolla una estrategia tecnológica para tu organización, y domina la complejidad. ¡No permitas que la complejidad te domine!