Cloud Computing, ¿eres el cliente o la mercancía?


Los servicios "en la nube" ofrecen transformar radicalmente a la industria de TI, pero ¿como es posible que tantos servicios sean gratuitos? ¿Ocultan algún riesgo las nubes en su interior?

El "Cómputo en la Nube" (Cloud Computing) es quizá la última expresión de los cambiantes modelos de negocio de los proveedores de servicio en Internet. No existe una única definición de Cloud Computing, debido en parte a la intensa dinámica que atraviesa la industria. Para cuando creemos haber entendido las ventajas y desventajas de una forma de operar, el entorno tecnológico y económico posibilitan nuevos esquemas de negocio y hacen menos atractivos a otros.

Algunos ejemplos de Cloud Computing son los servicios ofrecidos por Google (Gmail, Calendar, Drive, Maps, Play etc.), Microsoft (Hotmail, Office 360, Skydrive), Apple (Itunes, iCloud), y proveedores un tanto más enfocados en ofrecimientos específicos como Dropbox, Evernote, Salesforce, Waze, Amazon, etc.

En lo único que todos los modelos coinciden es que Cloud Computing se basa en acceder a través de Internet a una serie de recursos (hardware y software) que están albergados en un "datacenter" (centro de procesamiento de datos) para disfrutar de algún tipo de servicio.

La "nube" es una excelente analogía para estos servicios. Las nubes en el mundo real son objetos inalcanzables, de fronteras vagas, con interior desconocido. Esos mismos términos se podrían aplicar para describir muchísimos servicios de Cloud Computing. Para empezar, el lugar donde se ubica el datacenter es irrelevante, su estructura interna es desconocida y sus servicios se extienden hasta nuestra laptop, tablet o smartphone (fronteras vagas).

Uno de los principales beneficios de Cloud Computing es su omnipresencia. Por ejemplo, basta una conexión a Internet en tu teléfono/tablet/laptop/desktop para tener acceso a los archivos con los que trabajaste en la oficina (Dropbox), sincronizar tu calendario con todos los miembros de tu equipo de trabajo (Google Calendar), dar seguimiento a un cliente difícil (Salesforce), y hasta encontrar la ruta con menos tráfico para llegar a tu cita (Waze).

¿Y lo mejor de todo? La mayoría de los servicios ¡son gratuitos!
Ante este gran valor y bajo costo ¿quién podría negarse?

Quizá la maldición de Cloud Computing es lo fácil que es inscribirse a un servicio (y lo difícil que es dejar de usarlo).

Pues bien, el riesgo de suscribirse entusiastamente a un servicio es que estás confiando tus datos personales, tus archivos, tu información y hasta tu ubicación geográfica al proveedor de la nube. ¿Confiarías a ciegas en un perfecto desconocido?

Y no se trata sólamente de que otras personas puedan obtener información sensible sobre tí (por ejemplo, Waze hace pública tu ubicación geográfica - por lo tanto ¡debes usar un alias!), sino que el proveedor mismo puede analizar tus datos para aprender sobre tus patrones de uso de Internet, tus conversaciones de correo, tus gustos musicales, tus compras, tus desplazamientos, etc. con la finalidad de hacerte un ofrecimiento comercial de otros bienes o servicios.

Esta es quizá la razón de fondo por la que tantos servicios en Internet son gratuitos. El costo de operación del servicio se sostiene en esos casos gracias a la publicidad que generan. La lógica es que mientras más atinada sea la publicidad, mayores serán las compras a los patrocinadores y más fácilmente se sostendrá el servicio de la nube.

Aquí es donde dejas de ser un cliente (porque no estás pagando por recibir un servicio y por lo tanto no estás en posición de exigir nada) y te conviertes en la mercancía, porque tu proveedor podría vender un extracto de tu información a terceros...

Y ni qué decir sobre el riesgo de que tu proveedor de toda la vida desaparezca, llevándose consigo toda tu información (fotos, archivos, música, calendarios, correos, etc.).

Al mismo tiempo, el valor o utilidad que tienen algunos de estos servicios para nosotros hace que ignoremos o menospreciemos los riesgos de subir nuestra información a la nube.

¿Qué puede uno hacer entonces para que su información no caiga en malas manos?
He aquí algunas recomendaciones prácticas.

1) Siempre evalúa el esquema de negocio del proveedor. ¿Cómo gana dinero el proveedor de servicios? ¿Hay un servicio "premium" que permita sostener el servicio gratuito? ¿Se sostiene con publicidad? Desconfia siempre de los proveedores cuyo esquema de negocio no sea claro.

2) Haz respaldos para no depender totalmente de la nube. Si pierdes la conexión a Internet ¡pierdes todo! Considera llevar contigo un respaldo físico de la información más importante, o aquella con la que estés trabajando en este momento. Una memoria USB, un DVD-ROM, o hasta tu smartphone pueden almacenar esos archivos indispensables para una junta, una presentación o para trabajar en casa.

3) Evalúa otras opciones antes de contratar. No sigas a la manada. Si todos tus amigos o conocidos usan un mismo servicio, no significa que sea lo mejor para tí o para ellos mismos. Una ley de la industria de telecomunicaciones dice que "el valor de un servicio está en proporción al número de usuarios" (Ley de Metcalfe), pero en Cloud Computing eso podría funcionar como un señuelo que te hiciera tomar una decisión equivocada.

4) Busca la portabilidad de tus datos. Hazte las siguientes preguntas: ¿Qué pasaría si quiero cambiar de proveedor? ¿Es el único en su tipo? (¡peligro! puedes quedar esclavizado), ¿existen herramientas o procedimientos para migrar mi información?

5) Consulta las políticas de uso aceptable y las políticas de seguridad. No confíes a ciegas. Por ejemplo, si tu proveedor de intercambio de archivos tiene una política dudosa ante la piratería, puedes perderlo todo cuando una orden judicial obligue a cerrar el servicio (piensa en Megaupload...). Busca documentación en la que el proveedor te ofrezca mecanismos de seguridad como cifrado de tu información, control de acceso, separación de tu entorno respecto al de otros usuarios, etc.

6) Asume que todo lo que subas a la nube podría volverse público. Por ejemplo, una deficiente administración del proveedor podría revelar tus archivos a otros usuarios. Si te preocupa mucho la sensibilidad de alguna información ¡no la subas a la nube! o protégela por tus propios medios: usa un alias, encripta tus archivos, regístrate con un e-mail distinto en cada proveedor, no ligues los servicios de diferentes proveedores entre sí, usa passwords distintos. Si, claro, es más difícil, pero ¿cuánto vale tu información?

Las tecnologías de Cloud Computing ofrecen demasiado valor para ser ignoradas. Prohibir el uso de estos servicios tampoco es la solución. A nivel institucional pueden volverse incluso una diferencia competitiva para nuestra organización. Por eso, debemos hacer un esfuerzo para conocer y medir los riesgos que estamos asumiendo.

Si nos lanzáramos a volar hacia las nubes, no lo haríamos con los ojos cerrados, ¿verdad?

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